Después de tres semanas allí fue muy difícil para mí el despedirme de todos. No me podía creer que en unas horas ya no iba a volver a ver más a esa gente. Los iba a echar mucho de menos, en especial a él, que aunque a penas lo conocía estaba muy agusto con él, era una sensación extraña y añorada. Hacía mucho tiempo que no sentía escalofríos cada vez que alguien me tocaba y él en dos días lo había conseguido. Por supuesto que eso no era lo único que iba a echar de menos. Al volver a España echaría de menos al resto de mis amigos, las borracheras, la playa, las caídas, los parques, mi habitación enorme, my host-family, la nieta de Belén (Vida), la escuela, los profes, los compis de clase, etc. Bournemouth en general y todo lo que esa ciudad representa: libertad, amistad, diversión, amor, ilusión, autonomía, simpatía, tolerancia, conocimiento...